Aprender a Posar … ser fotogénico.
No hace falta ser guapo ni desenvuelto para salir bien en las fotos. En realidad no es tan difícil, todos tenemos nuestro perfil bueno. Bastan cuatro trucos para que surja la magia.
Sonrían, por favor.
Para quedar bien en las fotos no hace falta ser modelo, ni ser guapo o tener el cuerpo bien proporcionado. No hay que ser desenvuelto y ni siquiera es preciso tener una complicidad especial con el fotógrafo. Aunque todo lo anterior ayuda. Sonrían, porque lo importante de una instantánea no es la belleza del rostro o las proporciones del cuerpo retratado, sino lo que late debajo del papel, el alma del fotografiado, el momento que se captura. Es la magia de aquello que no se ve hasta que se mira la foto, que quedará para la posteridad. Sonrían, aunque luego se pongan serios para el retrato si así quieren que les recuerden.
Una sesión de fotos no tiene por qué ser una tortura, aunque algunas personas lo viven así. No se reconocen en las fotos, no se gustan, no entienden por qué siempre salen con la misma mueca que no soportan o con los ojos cerrados o los labios apretados. En cambio, otros parecen tener una relación privilegiada con la cámara, y siempre quedan bien, saben mirar –o no mirar– y son capaces de expresarse con naturalidad. La cámara lo quiere, se dice de un actor que sabe llenar una escena, o de esos secundarios que roban plano a los protagonistas.
La fotogénia
“Como profesional, más de una vez he pensado en qué consiste ser fotogénico, es difícil expresarlo. Todos tenemos un punto en que la cámara nos quiere, nos favorece, pero hay que saber encontrarlo; pienso que tiene que ver con el fondo de cada uno”, apunta el fotógrafo Manuel Outumuro, quien señala que una persona quizá no tenga los cánones de belleza que hoy prevalecen, pero sí una espontaneidad y una actitud ante la cámara que la convierten en fotogénica. “En definitiva, se trata de trascender, hacer que la imagen que el fotógrafo capta de ti vaya más allá de una simple instantánea, que comunique muchas cosas”, añade. Outumuro se ha especializado en la fotografía de moda y trabaja habitualmente con modelos profesionales, que saben lo que tienen que hacer, pero asegura que sus mejores retratos los ha hecho a personas que carecen de esa experiencia. El éxito de una foto, en su opinión, radica en un quid pro quo: “Es un intercambio de generosidad entre el fotógrafo, que pone su buen hacer, y el fotografiado, que debe confiar en él y entregarse, dejarse llevar, que no es fácil porque la cámara impone”, añade. A partir de ahí, las personas más generosas con la cámara son las que quedan mejor. “No se trata de reír, sino de mirar al objetivo como si miraras a alguien, con el sentimiento que se quiera, con cariño a un hijo, con seducción a un amante, con complicidad al amigo. Ese punto es muy importante, y el fotógrafo debe saber sacarlo, hay que hablar un poco antes”, asegura. Cuando ambos ya se conocen, es más fácil. “Está más relajado, se entrega más y se produce la magia”, constata Outumuro.
La modelo Judith Mascó no necesita consejos para posar. Siempre queda bien, pero tiene tan interiorizado el oficio que en su caso lo difícil es no posar cuando ve una cámara. “La familia, mis amigas, a veces me dicen que no ponga cara de modelo para la foto, porque tengo la técnica tan adquirida que es lo que me sale”, bromea. El doble consejo de Mascó es ser uno mismo y reflejar el momento: “Si estás celebrando un aniversario, ríe con felicidad, olvídate de complejos, muéstrate como eres”, aconseja. Si es una foto de recuerdo de las vacaciones, mejor traer a la mente un pensamiento placentero. “Ríe o no, pero que te brillen los ojos, interioriza la sensación que haga que se te ilumine la cara”, señala. “Hay que relajarse, para ser uno mismo. Las manos, una en el bolsillo, si no sabes qué hacer con ellas, y deja el peso en una pierna”, añade. Sólo faltará que el fotógrafo dispare en el instante preciso.
Capturar el momento decisivo
Cómo capturar el momento decisivo, que tanto perseguía Cartier-Bresson, quita el sueño a los profesionales. El fotógrafo Pedro Madueño estuvo dos años detrás de Salvador Dalí, cuando el pintor se recluyó del mundo tras la muerte de Gala para conseguir fotografiarle. Han pasado más de 25 años y Madueño, que ha hecho miles de retratos, recuerda que cuando Dalí le franqueó el paso a su universo privado estaba tan nervioso que no pudo sacar lo mejor del momento. La actitud del fotógrafo, subraya, es clave. “Tienes que controlar la situación, mandar sobre tus personajes, o de lo contrario percibirán enseguida tu debilidad”, señala.
El fotografiado agradece que el profesional dé seguridad, incluso un modelo profesional quiere tener delante una persona segura, insiste. En su faceta profesional, Madueño tiene como parámetros la noticia y la actualidad, le interesa captar el alma del personaje, más que la belleza. Es una rara avis, dice. “Yo voy a hacer fotos de gente que en la mayoría de los casos no se va a gustar. No persigo que queden guapos, sino otra cosa. Busco profundizar más en el personaje, me interesa llegar a la segunda piel, que es el reto que tienes en un retrato”, señala. La fotogenia de una persona, valora, dependerá de lo que se busque; no es lo mismo para una mujer que se quiera ver guapa o una ministra que quiera mostrar la dimensión de su cargo. La naturalidad es el secreto para que una persona se reconozca en la foto.
Sin embargo, la cámara supone un obstáculo. Es una presencia que impone, infunde respeto, incluso temor. “Hay que evitar la presencia de la cámara porque por regla general a la gente le violenta que le hagan fotos, es como si le robaran la imagen, que es un miedo que persiste en algunas culturas”, subraya Madueño. Su método es intentar relajar al personaje. “Intento hablar con ellos antes, crear una atmósfera en cierto modo de complicidad. Hablamos, y la cámara es lo último que saco; en alguna ocasión me han preguntado si no iba a hacerles una foto porque ven que hablamos y hablamos y la cámara no aparece”, añade. Los retratos de los que está más satisfecho, señala, suele obtenerlos de personajes a los que lleva años retratando: “Intento establecer una relación con las personas que me interesa porque el retrato es de largo recorrido”.
Las caras no son siempre el reflejo de la vida interior
En la vida real, las caras no son siempre el reflejo de la vida interior, pero en la ficción, el espectador sí espera que una cara comunique la esencia de un personaje. En publicidad y en el cine, los modelos y actores que mejor funcionan son los que responden bien ante la cámara, saben mirar y comunicar. “Buscar un actor para un personaje es muy laborioso, no sólo debe responder a un físico sino mostrar una personalidad que encaje con el papel, porque la cámara registra el alma que hay detrás –constata el director de casting Pep Armengol–. Algunas personas tienen una intensidad y una fuerza especial que los distingue como actores extraordinarios.”
Una estrella, asegura, es una persona a la que cada vez te gusta más mirar, algunos son como corredores de fondo porque ganan seguridad y mejoran su técnica. Pero los directores de casting tienen que hacer apuestas por actores noveles y saber detectar un diamante en bruto. Armengol, que fue responsable del casting de la laureada Pa negre, apunta que en las pruebas casi se les pasa por alto Marina Comas, que luego hizo un papel extraordinario, por el que obtuvo un Goya como actriz revelación.
Responder ante la cámara, para un actor, es saber comunicar, y los guiones a veces les hacen vivir hechos extraordinarios. ¿Cómo ponerse en la piel de una sirena, una criatura tan misteriosa, casi mágica, como la de Piratas del Caribe. En mareas misteriosas? “Astrid Bergès-Frisbey viene de la escuela francesa y tiene una forma de actuar diferente, hay miles de niñas que podían haberlo hecho pero no tienen su corazón; la sirena de Astrid es tierna”, destaca Pep Armengol. A diferencia del resto de personas, los actores tienen registros diversos, se ponen en la piel de personajes muy distintos y resultan creíbles. Saben mostrar el alma que hay detrás. “Los actores son cazadores de instantes de la vida, y su éxito depende de una combinación de talento, pero también de técnica, que es lo que les ayudará a desarrollar su arte. Tienen que ser buenos comunicadores. Y para interpretar un personaje hay que ponerse en su piel, y desde el propio imaginario del actor, desde su verdad, recrear las vivencias del personaje, sufrir con algo que le hizo sufrir”, subraya Armengol, que les pasa a sus alumnos en la escuela de cine documentales del primer casting de actores reconocidos, como Dustin Hoffman o Sean Connery, “para que no se frustren si la primera vez no sale como querían”, bromea.
No todas las caras tienen la misma expresividad, pero basta un segundo para inferir el estado emocional de otra persona a partir de lo que transmite su cara. Un circuito neuronal muy complejo y especializado permite ver a la persona que hay detrás, y para captar ese estado mental que late tras el comportamiento visible no se evalúan las partes del rostro por separado sino como un todo, de manera que esa configuración persiste aunque se modifiquen los gestos. De ahí que los expertos en interpretación recomienden creerse el personaje antes de interpretarlo. Y los fotógrafos piden que se mire a la cámara como a una persona, porque la cámara registra el pensamiento. “La mirada es lo que tiene más fuerza, difícilmente se puede decir más que con unos ojos, incluso las emociones más complejas”, subraya el fotógrafo Pedro Madueño.
Él habla de personajes cuando se refiere a los protagonistas de sus retratos, entre los que se cuentan los principales protagonistas de la actualidad política, social y cultural. “No siempre pido que miren a la cámara, algunos no tienen por qué hacerlo porque veo que eso les va a incomodar, pero a los que sí lo hacen les digo que miren al lector. La imagen directa a la cámara es la más sincera”, añade.
La fotogenia es una combinación de físico y actitud
Manuel Outumuro está convencido de que “lo más fotogénico es que el fotógrafo encuentre atractiva a una persona y saque lo mejor de ella”. Añade que los fotógrafos no necesitan rostros armoniosos y constata que, según su experiencia, las personas que tienen una facción que destaca, como ojos o nariz grandes o una mandíbula fuerte, le dan algo al retrato que hace surgir la magia. Con permiso de la luz, o con su ayuda, a veces se hacen retratos en los que el fotografiado queda tan favorecido que no se reconoce. “Son sorpresas de la luz, que a veces dibuja como no lo esperas”, apunta Outumuro. Madueño es más contundente: “La foto es cruel, la realidad del retrato es dura, muy distinta de la imagen que ofrece el espejo y por eso el resultado no siempre gusta. Pero un buen retrato es algo mágico, y nadie puede enseñar en qué momento disparar una foto, es un impulso del corazón”, concluye.
Un texto de Silvia Hinojosa, para la Vanguardia.